martes, 24 de agosto de 2010

Para libertad fue que Cristo nos hizo libre

"Para libertad fue que Cristo nos hizo libre por tanto permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de la esclavitud"(Gálatas 5:1).
Soy libre de las cadenas de opresión de mi pasado y del dolor que me causaron en mi corazón herido. Sé que soy único, amado y valioso para Dios y puedo amarme a mí mismo y vencer los obstáculos y debilidades de mi mundo interior. Ahora reconozco los privilegios y propósito para mi vida, como Hijo de Dios.
Cada día mi vida sé transforma desde adentro porque estoy perseverando con mi voluntad y creyendo a Dios. "Soy un vencedor en Cristo Jesús" (Romanos 8:37) y esto me trae poder de liberación. He conocido "La verdad que me ha hecho libre" (Juan 8:32), libre de las mentiras, emociones y sentimientos malignos que me tenían prisionero y me impedían gozar de la vida en abundancia que Dios me ofrece.
La imagen de mí mismo ha cambiado. Ahora tomo la posición como nueva criatura de Dios, "nueva criatura soy, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Yo ahora confío en el Dios de amor porque "Su amor hecha afuera el temor" (1 Juan 4:18), y me hace seguro en Él. Sé que el amor de Dios es incondicional. Lo que dice lo cumple en el momento perfecto para mi vida, por eso, yo espero en Él sin temor, porque "Él es lento para la ira y grande en misericordia" (Números 14:18).
Dios tiene un plan perfecto para mi vida y requiere de un proceso mientras camino por su camino de paz. En ese proceso mi carácter está siendo transformado, por eso yo no me apresuro ni exijo respuestas inmediatas porque estoy aprendiendo a tener paciencia porque es fruto de la prueba (Santiago 1:2).
Yo sé que "Él cumplirá su propósito en mí, porque Él todo lo puede hacer y ningún propósito suyo puede ser estorbado" (Job 42:2). "Él será fiel en completar la buena obra que empezó en mí"(Filipenses 1:6).
"Sé que sus pensamientos son mayores que mis pensamientos"(Isaías 55:8), por eso yo confío en Él aunque a veces no entiendo lo que está haciendo. Él me está transformando y me disciplina porque Él es mi Padre Celestial (Hebreos 12: 5,6).
Yo alcancé su perdón, misericordia y gracia al aceptar a Jesucristo. Él dice "que no es por obra sino por gracia que me ha dado salvación" (Efesios 2:8,9) y gracia es amor incondicional, es amor perfecto de Dios; es su plan de salvación para mi vida por el sacrificio de Jesús. Sé que ya soy libre de las cadenas de la culpa, porque "no hay condenación para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1), y yo estoy en Cristo Jesús. Entonces no me sentiré más culpable. Soy libre de la culpa de mis pecados porque Dios me ha perdonado, Él me ha limpiado por medio de la sangre de Jesús.
Se han roto las ataduras de los recuerdos dolorosos y de vergüenza porque Dios me ha perdonado y me está renovando. Ahora sé que estoy en la palma de la mano de Dios y en esa palma no hay culpa, no hay castigo ni temor; hay confianza, seguridad y amor perfecto. Ahora tengo poder para enfrentar los dedos que me señalen, porque ninguna arma forjada prevalecerá contra mí ni ninguna lengua podrá condenarme"(Isaías 54:17).
Ya no creo lo que me dice el mundo ni mis viejos pensamientos que usa el enemigo para robar mi paz interior, porque ahora yo creo a mi Padre Celestial, y yo creo en su palabra. Si me señalan y me juzgan, no temo ni me siento pequeño, porque solo Dios conoce mi corazón. Nadie puede juzgarme porque nadie es libre de pecado. Sé que ahora llevo vestidura blanca porque soy Hijo de Dios por adopción (Efesios 1:5).
Sé que fui víctima del pecado de otros, pero reconozco que también fui pecador. Por eso yo ahora puedo perdonar y perdonarme a mí mismo. Yo puedo perdonar porque Jesús me ha perdonado. Suelto las cadenas de la ira y el rencor perdonando a los que me hicieron daño, sé que el dolor solo está en los recuerdos y ahora Jesús me ha hecho libre y Él me da la capacidad de liberarme de la atadura de la ira.
El Amor de Dios en mí, destruye el odio dándome capacidad de perdón, y su palabra renueva mi mente y corazón desplazando las mentiras del ayer. Él me ha enseñado que tengo un propósito especial en este mundo, que no nací por casualidad o equivocación. Por eso ahora en mi vida no hay espacio para los sentimientos de rechazo, para sentirme insignificante. Ya no me siento pequeño ante otros porque sé que soy limpio, único e importante, especial dentro de los planes de Dios.
Puedo ser su siervo para ayudar a otros que están cautivos como yo lo estaba, y para ser instrumento de salvación eterna... Dios me ha dado su Santo Espíritu que me consuela y ahora puedo experimentar su compañía. Ahora soy su templo (1 Corintios 3:16).
Soy libre de los celos, la envidia, las fobias, el temor a todo lo que me ha esclavizado y me impedía ser prosperado en todas las cosas, porque son los frutos de mi vieja criatura. Mas ahora tengo "el fruto del Espíritu de Dios; tengo amor, paz, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio" (Gálatas 5:22).
Sé que tengo luchas, pero ahora "¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!" (Filipenses 4:13). Mi fortaleza nace en el fondo de mi corazón cuando mis fuerzas humanas se acaban porque mi fortaleza es espiritual.
Estoy aprendiendo a vivir el hoy, sin el afán de un mañana terrenal que no ha venido, ni el dolor del ayer. Sigo adelante sin la carga del pasado y sin la frustración de los sueños no realizados. Vivo cada día realizando las metas según la visión, capacidad, dones y talentos que Dios me ha dado. Sé que el propósito para lo que Él me ha llamado está a mi alcance y me da paz.
Ya no tengo temor, "Él es mi pastor, yo soy su oveja y Él me conoce y yo le sigo, Él me da vida eterna y nada ni nadie podrá arrebatarme de su mano" (Juan 10: 27-29).
Puedo disfrutar mi vida y dormir plácidamente porque "Él me sostiene con la diestra de su justicia" (Isaías 41:10).
Sé que estoy siendo perfeccionado en el Amor de Dios, Él es mi alfarero. "Él no me ha dado espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino de adopción por lo cual clamo ¡Abba Padre¡" (Romanos 8:15).
Aunque mis pensamientos a veces me traicionan, ya no soy más esclavo a las cadenas de mi prisión porque en mi moran ahora los pensamientos de Dios que están en su palabra: La Biblia. La Palabra de Dios ha traído bendición a la tierra fértil que es mi alma y ha vencido el espino o pensamientos malignos en el fondo de mi corazón. Ahora vivo la edad que tengo con libertad y tomo la posición de la persona que soy aún con carencias y debilidades. Mis experiencias dolorosas solo las recordaré para obtener sabiduría que pueda ayudar a otros.
Sé que merezco el amor verdadero. No necesito engañarme ni engañar a otros para obtener el amor. Yo me acepto como soy y estoy aprendiendo a amarme; pero no acepto los hábitos malignos que hacen daño a mi vida. Por eso renuncio a ello, con espíritu de poder porque "Dios no me ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio" (2 Timoteo 1:7).
Como estoy aprendiendo a amarme ya no soy tan severo en juicio contra mí mismo y los demás. Los pensamientos destructivos los puedo vencer con la Palabra de Dios, amando al prójimo y a mí mismo porque Dios me ama en forma incondicional. Si hay tormenta en mi vida yo reposo porque: "En confianza y reposo está mi fortaleza" (Isaías 30:15). Sé que Él tiene el control de todo y aun de las tempestades de mi mundo interior. Sé que su paz está conmigo y puedo estar en comunión con Él en oración y puedo liberar mis cargas confiadamente ante su presencia. Si peco puedo acudir a la confesión, arrepentimiento y perdón.
No me castigaré más y a cambio aceptaré las bendiciones que Dios tiene para mi vida porque "Él vino para darme vida en abundancia" (Juan 10:10).
Él vino a mi vida para darme salvación, hacerme libre al sanarme interiormente y transformarme. Por eso ahora puedo amar a Dios con libertad, a mi prójimo y a mí mismo. El pasado quedó en el ayer, el mañana está en sus manos, mi hoy lo vivo sin afán. Ahora tengo paz que nace en lo más profundo de mi ser. Es "La paz que sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7). Ahora soy libre y tengo paz en su camino, y el camino es Jesucristo.
" Porque Él rompió las puertas de bronce e hizo pedazos las barras de hierro" (Salmo 107:16).

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