miércoles, 28 de julio de 2010

El Trigo y la Cizaña

El Trigo y la Cizaña


    En el mismísimo centro del mensaje del Evangelio está la parábola del trigo y la cizaña. Encontramos esta parábola registrada en Mateo 13:24-30, donde Dios dice:
Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.


    La Biblia nos da el significado espiritual de esta parábola en Mateo 13:37-43, donde leemos:

Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
    Nos daremos cuenta de que la parábola en estos versículos, enseña que en el fin del mundo habrá una separación de los individuos salvos, quienes

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son llamados “el trigo”, y de los individuos que pensaban que eran salvos, pero que en realidad nunca llegaron a ser salvos. Ellos son llamados “la cizaña”.
    Inmediatamente, podemos saber lo siguiente:


    1. El campo es el mundo. Puesto que las congregaciones locales han sido colocadas alrededor del todo el mundo, podemos entender que el trigo y la cizaña se encuentran en estas iglesias.


    2. La buena semilla son los hijos del reino, es decir, ellos han sido salvos. A través de toda la era del Nuevo Testamento hasta el comienzo de la Gran Tribulación, a las iglesias locales se les había dado la comisión y el mandato de evangelizar al mundo. Además, aquellos que llegaron a ser creyentes debían hacerse miembros de una iglesia local si era posible. Cerca del final de la era de la Iglesia, las congregaciones locales podían hallarse a través de todo el mundo, y eso está en armonía con el lenguaje de esta parábola, la cual declara que el campo donde la semilla fue sembrada es el mundo.


    3. La cizaña son las malas hierbas que parecen virtualmente idénticas al trigo. Ella representa a aquellos que están todavía en el reino de Satanás, es decir, que no son salvos. Sin embargo éstos, durante la era de la iglesia, se hallaban en las mismas iglesias donde los verdaderos creyentes se encontraban. Ellos estaban totalmente mezclados con los creyentes verdaderos y se parecían mucho a ellos, tanto que era imposible separarlos con exactitud de los creyentes verdaderos. Mateo 13, versículos 29 y 30, enseña que la cizaña debía permanecer con el trigo. En otras palabras, si se hace un intento de separar la cizaña del trigo podría suceder que el trigo también sea eliminado.


    Para comprender esto en forma más completa, comenzaremos nuestro estudio de esta tan informativa parábola examinando cuidadosamente el carácter de las iglesias locales como han existido a través de toda la era del Nuevo Testamento.


Los Miembros de la Iglesia


    La primera interrogante que debe hacerse es: ¿Quiénes son los miembros de las congregaciones locales? Esta pregunta debe hacerse porque en esta parábola, el trigo y la cizaña simbolizan a los miembros de la iglesia. La respuesta Bíblica debe ser, optimistamente, que los miembros son aquellos que han llegado a ser verdaderamente salvos. Con esta verdad en mente, muchas iglesias fácilmente proclaman que su congregación es una membresía salva. Se refieren a su membresía como “miembros en total comunión”. En

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otras palabras, ellas creen que todos y cada uno de sus miembros son verdaderos hijos de Dios. Ellas creen que la prueba de esto es que todos y cada uno de los miembros han sido bautizados en agua, han hecho una confesión personal de fe, están de acuerdo en que las doctrinas de su iglesia son Bíblicas, asisten a los servicios de adoración en forma aceptablemente regular, y viven una vida decente y moral. Por cierto, si un miembro se vuelve divisivo o comienza a vivir inmoralmente, es excomulgado. De esta manera, los líderes espirituales de la congregación creen que la membresía está siendo mantenida salva.
    Habiendo dicho todo esto debe hacerse la gran pregunta: ¿Quién hace la decisión que permite a algún individuo que profesa a Cristo que se convierta en miembro de la congregación? La respuesta es: el pastor y los ancianos y diáconos hacen esa decisión. Ellos examinan cuidadosamente la conducta de la persona y su profesión de fe en Cristo, y hacen la decisión de que la persona ha sido salva, y por lo tanto, tendrá que ser un miembro en completa comunión. Hasta donde ellos pueden discernir, esta persona es ciertamente semilla que crecerá como trigo.
    Pero en ello descansa un problema enorme. ¿Pueden estos pastores o ancianos o diáconos mirar dentro del alma de esta persona y saber con absoluta certeza que este individuo ha recibido una nueva alma resucitada? La respuesta es obvia. Por supuesto que no pueden. Solamente Dios puede hacer eso.

¿No es cierto que mucha gente puede dar una apariencia de salvación aun cuando no es verdaderamente salva?


    ¿Entonces cómo pueden ellos saber que esta persona ha sido verdaderamente salva? ¿No es cierto que mucha gente puede dar una apariencia de salvación aun cuando no es verdaderamente salva? Dios trata con este problema en Hebreos 6:4-6. Este pasaje enseña lo siguiente:


Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.


    A medida que examinamos estos versículos, podríamos pensar que ellos están hablando acerca de una congregación de miembros salvos. Frases tales como, “gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios”,

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seguramente deben referirse a aquellos que han sido salvos. Sin embargo, en esta cita Dios habla de una congregación que ha sido traída muy de cerca al reino de Dios, pero consiste principalmente de miembros no salvos. Sabemos que entendemos estos versículos correctamente porque el mismo pasaje habla de recaer, y eso es imposible si una persona ha sido realmente salva. A una persona verdaderamente salva se le ha sido dada vida eterna, y nada puede separarlo del amor de Dios. Además, en el mismo contexto de Hebreos 6, Dios dice en el versículo 9:

Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.


    En otras palabras, en este pasaje Dios no está hablando de aquellos que han sido salvos. Más bien, El está hablando de aquellos que podrían fácilmente ser identificados con quienes han sido salvos, pero en realidad, no fueron salvos. De esta forma, se nos hace entender cuán imposible es saber con certeza cuáles miembros de iglesia son salvos y cuáles todavía no son salvos.


Por Sus Frutos Los Conoceréis


    Ciertamente la Biblia declara en Mateo 7:20:

Así que, por sus frutos los conoceréis.


    ¿Acaso este versículo no nos dice que podemos conocer a los creyentes verdaderos por medio de observar cuidadosamente los frutos espirituales que ellos han producido? El principio es verdadero, pero ¿qué ser humano está calificado para conocer verdaderamente el fruto producido por la vida de otra persona? Un pastor, un anciano, o cualquier miembro de una congregación, puede parecer una persona piadosa por fuera, dedicada a servir al Señor. Pero desconocido a los demás, él puede tener un deseo intenso por riqueza, o puede tener deseos sexuales malos, o puede tener un orgullo grande que no es fácilmente discernible. A los ojos del público puede parecer muy piadoso, pero en su vida privada él puede mostrar que difícilmente podría ser un creyente verdadero. O quizá está viviendo tan piadosamente como le es posible debido a que dentro de su corazón, él está confiando en sus propias buenas obras como base para salvación.

A fin de cuentas, el fruto que debería ser visto en la vida del creyente verdadero es la obediencia a Dios.



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    Sin lugar a dudas, la declaración “por sus frutos los conoceréis” puede ayudar a cualquier individuo a analizar su relación personal con Dios. El conoce sus propios pensamientos, motivos y deseos. El puede saber si el fruto de su vida alcanza las normas de Dios establecidas en la Biblia. Es también cierto que Dios conoce todas las cosas acerca de esta persona, y conoce precisamente si el fruto de la vida de esta persona indica que es creyente verdadero. Pero en el mejor de los casos su prójimo solamente puede suponer que ese individuo es verdaderamente salvo. A fin de cuentas, el fruto que debería ser visto en la vida del creyente verdadero es la obediencia a Dios. Por lo tanto, la órden de nuestro día de dejar la congregación local es una prueba mediante la cual una persona puede saber si es, en realidad, un verdadero creyente.
    Por otra parte, más adelante en este estudio, nos serán recordadas las palabras de Dios en II Corintios 11 donde Dios habla de Satanás, que viene como ángel de luz, y sus ministros. En ese contexto, Dios habla de los ministros de Satanás como “ministros de justicia”. Esto nos ayuda a ver la extrema dificultad en conocer si alguien es verdaderamente salvo. De esta manera, somos llevados de regreso a la enseñanza de la parábola del trigo y la cizaña de que la separación debe ocurrir en el fin del mundo.
    Sin duda, debemos darnos cuenta que es imposible para cualquier pastor, anciano, o diácono en forma positiva averiguar si algún individuo en la congregación es verdaderamente salvo. No es de extrañar, entonces, que al hablar Dios de la congregación local en Sardis, El declara en Apocalipsis 3, versículos 1 y 4:

Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.


    Obviamente, podemos ver en seguida que en la iglesia de Sardis unos pocos miembros eran trigo, pero la mayoría eran cizaña. Dios vió los corazones de los miembros de la iglesia en Sardis, y El puede declarar con exactitud que solamente unos cuantos eran creyentes verdaderos.


Los Miembros, que son el Trigo y la Cizaña, No Pueden Ser Separados


    Ya podemos comenzar a ver la realidad inicial de la parábola del trigo y la cizaña. Las iglesias se van a encontrar a través del mundo entero. La membresía de esas iglesias parecen ser salvas, es decir, parecen ser trigo. Pero en toda iglesia, tal como en la iglesia de Sardis, existen aquellos

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que se identifican con el lenguaje de Hebreos 6:4-6. Exteriormente, la membresía total es considerada como trigo. Pero en realidad, una parte de la congregación es cizaña como fue la situación en la iglesia de Sardis.
    No hay una buena manera de separar el trigo de la cizaña. A través de toda la era de la iglesia, el trigo y la cizaña han crecido juntos. Por fuera, la conclusión es que todos los miembros de cualquier iglesia razonablemente fiel a la Biblia, deben ser salvos. Todos ellos tienen la apariencia de ser trigo. Pero ninguno puede saber con toda seguridad si ellos son salvos. Nadie puede saber con plena seguridad de que ellos no son cizaña.

No hay una buena manera de separar el trigo de la cizaña.


    La parábola continúa. En el fin del mundo, el trigo es separado de la cizaña, y la cizaña es atada junta, en preparación para ser lanzada al fuego. ¿Cómo se lleva a cabo esto?
    Dios contesta esto en los versículos 39 al 41 de Mateo 13:


El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,


    Otra vez, deben hacerse preguntas. ¿Cuál tiempo de la historia se identifica con la frase “el fin del mundo”? ¿Quiénes son los ángeles? En realidad, ¿cómo se recogerá la cizaña? ¿Cómo se realizará esta separación? ¿Acaso Cristo no hace su aparición en forma repentina en el último día? ¿Acaso en ese día final no todos los cuerpos de los creyentes serán resucitados como cuerpos espirituales gloriosos e inmediatamente serán arrebatados para estar con Cristo en el aire? (Vea I Tesalonicenses 4:17).
    Smultáneamente, ¿Acaso no todos los creyentes que estén viviendo en ese momento serán transformados instantáneamente en cuerpos espirituales gloriosos y también, instantáneamente, serán arrebatados para estar con Cristo en el aire? (Vea I Tesalonicenses 4:17 y I Corintios 15:51-52). ¿Acaso en ese último día, los no salvos que murieron previamente no serán resucitados para comparecer en el juicio? (Juan 5:28-29). ¿Qué no en ese último día los no salvos que estén viviendo en ese tiempo también comparecerán delante del Juicio? (Vea Juan 12:48).
         Todas las preguntas antes mencionadas son todas ciertas. Por tanto, ¿Cómo puede el lenguaje de Mateo 13:40-43 concerniente a la separación del trigo y la cizaña en el fin del mundo ir de acuerdo con estas verdades?


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    Para entender esto tenemos que examinar varias palabras claves adicionales en esta parábola. La primera palabra es “mies”. Dios usa esta palabra en conexión con Su plan de traer el Evangelio al mundo a fin de que el fruto de la mies - aquellos que llegan a ser salvos - pueda ser introducido al reino de Dios. Leemos en Mateo 9:36-38:

Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
... la mies tiene que ver con gente siendo salva.


    Fácilmente podemos darnos cuenta en base a estos versículos que la mies tiene que ver con gente siendo salva.
    ¿Pero quiénes son los obreros que Dios usa para traer esta mies (cosecha) de gente salva? En Mateo 13:39, Dios habla de segadores en el fin del siglo como ángeles que llevan el Evangelio al mundo a fin de que la gente pueda ser salva. ¿Enseña la Biblia que Dios usa ángeles? Obviamente, debemos examinar la palabra “ángeles”.


Angeles o Mensajeros


    En el Antiguo Testamento, la palabra Hebrea malak, la cual es frecuentemente traducida “ángeles”, a veces también se traduce “mensajero”. Esto también es cierto en el Nuevo Testamento. La palabra griega del Nuevo Testamento aggelos se traduce frecuentemente "ángel”. Pero a veces estas palabras también son traducidas correctamente como “mensajero”. A medida que examinamos versículos que contienen la palabra malak o aggelos, encontramos que el mensajero que se tiene en mente puede ser Dios mismo, o pueden ser humanos que tienen un mensaje que entregar. El contexto dentro del cual se halla el versículo debe determinar la traducción apropiada.
    Por ejemplo, leemos en Malaquías 3:1:


He aquí, yo envío mi mensajero (malak), el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel (malak) del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.

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    La palabra “mensajero” se usa dos veces en este versículo. El primer “mensajero” debe ser Juan el Bautista quien fue enviado por Dios a anunciar a Jesús como “el Cordero de Dios”. El segundo “mensajero” es claramente Cristo quien es el Señor, el mensajero del pacto.
    En realidad, en el Antiguo Testamento la palabra malak se traduce más de 100 veces como “ángel” y casi 100 veces como “mensajero”. Normalmente , cuando se traduce “mensajero”, está hablando de hombres que traen cierta clase de mensaje a otros. Sin embargo, como hemos visto en Malaquías, el mensajero puede ser Dios mismo.
    En el Nuevo Testamento, la palabra aggelos se traduce como “ángel” cerca de 180 veces y como “mensajero” siete veces. Por ejemplo, en Mateo 11:10-11, la Biblia habla de Juan el Bautista como un mensajero de Dios. Allí leemos:

Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero (aggelos) delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.


    Podemos ver claramente, por lo tanto, que el Hebreo malak en el Antiguo Testamento y el Griego aggelos en el Nuevo Testamento deben ser cuidadosamente examinados en el contexto en el cual se encuentran para determinar si están hablando de Dios mismo, o de humanos.
    Eso nos lleva de regreso a Mateo 13:39, donde Dios habla de una mies o cosecha donde los segadores son ángeles. ¿Podemos estar seguros de que la palabra aggelos en este versículo, la cual fue traducida como “ángel” por los traductores de la Biblia, está hablando de ángeles y no de los salvos, quienes como mensajeros de Dios, llevan el mensaje del Evangelio al mundo?
    En respuesta a esta pregunta, examinaremos la declaración de Dios en Juan 4:35-38:


¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

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