miércoles, 21 de julio de 2010

Suicidio

  La palabra "suicidio" no aparece en la Biblia, pero sí la acción. En la Biblia podemos encontrar siete casos de suicidios, y un intento del mismo. A continuación presento los textos:
a. Abimelec (Jueces 9:54). Una mujer lo hirió de muerte, pero él, para evitar la vergüenza que para él implicaba que una mujer lo matara, pidió a su escudero que le quitara la vida.
b. Saúl (1 Samuel 31:4). Saúl había sido derrotado en batalla, y al no querer ser humillado por el enemigo, se echó sobre su espada.
c. El escudero de Saúl (1 Samuel 31:5). Al ver lo que había hecho Saúl, él imitó su acción y se quitó la vida.
d. Ahitofel, uno de los consejeros del Rey Absalón, al ver que su consejo no había sido tomado en cuenta, se ahorcó en su casa (2 Samuel 17:23).
e. Zimri (1 Reyes 16:18). Al ver que el pueblo no lo apoyaba como rey, se quitó la vida quemándose con su casa.
f. Judas (Mateo 27:5). Cuando se dio cuenta del pecado que había cometido al entregar a Jesús, se ahorcó.
g. Sansón (Jueces 16:29, 30), se quitó la vida al matar a sus enemigos. 
El único caso de intento de suicidio lo leemos en Hechos 16:26-28, cuando el Carcelero de Filipos pensó que los presos habían escapado de prisión. Pablo le explica que todo esta bien, que ahí están y que nadie ha escapado, evitando así el acto de suicidio. 
En todos los casos vemos que el suicidio se llevó a cabo en un momento sumamente difícil por depresión, miedo, vergüenza y desesperación. En nuestros días mucha gente se quita la vida precisamente por causa de estos sentimientos. No encuentran otra salida. El problema es que, quien se quita la vida y vive sin Cristo, muere en sus pecados, destinando así su alma a la condenación eterna. El cristiano por otro lado, jamás deberá pensar en el suicidio, pues si Dios nos ha de juzgar por usar mal nuestro cuerpo, ¿qué puede esperar quien atenga contra el templo del Señor? (1 Corintios 6:19, 20). Luego, el suicidio es una puerta directa a la condenación eterna. Esto, desde luego, es sumamente triste, pero no debemos esconder la verdad por muy dura que esta sea.
En momentos de tristeza, desesperación, vergüenza, o algún otro problema que nos invite a llevar a cabo este u otros actos pecaminosos, es mejor recurrir al Señor, donde encontramos consuelo, auxilio y salvación (Hechos 26:21; Hebreos 6:18-20; 4:16; Mateo 11:28

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