miércoles, 21 de julio de 2010

A TRAVÉS DE LA SANGRE DE CRISTO

TENEMOS
ACCESO COMPLETO A LA PRESENCIA DE DIOS
A través de Jesucristo, el Gran Intercesor y nuestro Sumo Sacerdote la obra se ha cumplido. A través de Su sangre, Él proveyó una completa salvación en donde todas nuestras necesidades han sido suplidas.
A través de Su sangre tenemos acceso amplio al Lugar Santísimo, a la Presencia del Dios Todopoderoso en donde podemos vivir en una comunión inquebrantable con Él.
A través de Su sangre podemos venir delante de Dios sabiendo que Él nos escucha y que nos concederá lo que le pidamos.
No hay nada que Jesús dejará incompleto. Todo ha sido hecho una vez y para siempre. Todo lo que necesitamos ha sido provisto y hecho accesible para nosotros. Lo que nos queda por hacer es venir a Dios en fe, a través de la oración, y recibir lo que necesitamos.
"Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro ". (Hebreos 4:14-16)
En la oración de Cristo en el Huerto, Él sometió completamente Su voluntad a Dios. Él agonizó en oración a tal punto que Su sudor se convirtió en gotas de sangre. En Su oración El no escatimó Su propia vida por amor a la humanidad. (Lucas 22:39)
¡La batalla más grande de todos los tiempos fue ganada ese día en oración! ¡La victoria en la cruz, Su muerte y resurrección fue ganada primero en oración!
¡Nuestra salvación fue ganada ese día en oración!
Mientras Él padecía y agonizaba en oración, Dios envió ángeles para fortalecerle. Después, una vez ganada esta gran victoria, Jesús fue a la cruz.
ORAR CONFORME A LA VOLUNTAD DE DIOS
Como nuestro intercesor, Jesús entró al Lugar Santísimo en el cielo y ofreció Su sangre en redención por nuestro pecado. Bajo el Antiguo Pacto, Dios designó a Aarón, a sus hijos y a la tribu de Leví para servir como Sacerdotes. Nadie podía ministrar si no pertenecía a la tribu de Leví. La gente no podía acercarse a Dios por Sí misma. Debía hacerlo a través de los sacerdotes ya que sólo ellos tenían acceso al Lugar Santísimo y sólo una vez al año.
Dios estableció este Sacerdocio bajo el Antiguo Pacto como una sombra del Gran Sumo Sacerdote que vendría a quitar nuestros pecados. Como Jesús tomó esta posición como Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto, el Antiguo Pacto ya no era necesario.
Bajo el Antiguo Pacto aquellos que querían ser sacerdotes tenían que ser de la Tribu de Leví. Jesús es el Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto, "No constituido conforme a la Ley del Mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible". (Hebreos 7:16)
Ahora tenemos un Sumo Sacerdote que no puede ser destruido, uno que vive para siempre y que tiene un sacerdocio eterno.






A diferencia de los sacerdotes terrenales, Jesús fue designado por Dios como nuestro Sumo Sacerdote con una promesa: "Y esto no fue hecho sin juramento, porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec". (Hebreos 7:21)
Dios hizo una promesa que es imposible de romper, estableciendo a Jesús como un Sumo Sacerdote para siempre. Esta promesa es nuestra seguridad, nuestra fuerza.
Sabiendo que Jesús tiene un Sacerdocio eterno, sabemos que Él está en este momento intercediendo por usted y por mí. Él vive para interceder por nosotros. Él está continuamente intercediendo por nosotros.
Puesto que Él tiene un Sacerdocio eterno, Jesús es la garantía del Nuevo Pacto de Dios con nosotros. Él es nuestra garantía de que Dios hará todo lo que Él ha prometido.
Jesús nuestro Sumo Sacerdote Intercesor, entró al Lugar Santísimo y puso Su sangre sobre el Altar de Dios.
"Pero entrando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención". (Hebreos 9:11-12)
¡Las tinieblas cubrieron la Tierra! ¡La Tierra sufrió violencia y el gran velo que separaba el Lugar Santísimo fue rasgado!
A través de este Sacrificio máximo, Su cuerpo molido, Él quitó el velo que separaba a Dios del hombre y nos dio acceso directo al Lugar Santísimo, a la Presencia de Dios.
TOME SU POSICIÓN DE PODER Y AUTORIDAD EN LA ORACIÓN
A través de este único Sacrificio el pecado de la humanidad fue borrado. No queda nada por hacer. No se necesita ningún otro sacrificio. ¡Todo está hecho!


"Pero Cristo habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante, esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados". (Hebreos 10:12-14)


La sangre que fue derramada ese día por Jesús, abolió completamente el Antiguo Pacto y estableció el Nuevo Pacto de perdón, libertad y sanidad.
Jesús se ofreció a Sí mismo como un sacrificio de sangre de tal manera que podemos entrar en ese Pacto hecho con Su sangre. ¡Su sangre, Su vida fluye a través de nosotros! Es a través de este maravilloso hecho que nosotros tenemos vida en abundancia.
Haga de Él su sustento y su alimento espiritual. Dependa de El para todas sus necesidades. Acepte que el Sacrificio de Su cuerpo que fue roto es suficiente para cubrir toda necesidad en su vida.
Aprópiese diariamente del Sacrificio ofrecido en el Altar por su vida, no sólo para el perdón sino para la sanidad, libertad y su provisión diaria. Su sangre selló el pacto de las promesas de Dios con nosotros.
Es gracias a la intercesión, a la obediencia, a la sumisión de Cristo ante la voluntad de Dios a Su muerte en la cruz que Él obtuvo una posición suprema de poder y autoridad sobre toda potestad y principado en los cielos, en la Tierra y debajo de la Tierra.
"Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la Tierra, y debajo de la Tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". (Filipenses 2:8-11)
Cuando venimos delante de nuestro Padre en oración, La espera que nosotros vengamos a Los completamente seguros en nuestra fe, no dudando, no esperando, sino en la posición como se encontraba Cristo.
Cuando nosotros PEDIMOS al Padre, en el poder y autoridad de Su nombre, usted no se preguntará si Dios ha oído sus oraciones o si Él responderá, usted sabrá que recibirá en el momento en que lo pida.
Una vez que usted ha recibido una revelación de esta posición de poder y autoridad que se le ha dado en el Nombre de Jesús, usted será capaz de orar completamente con poder y autoridad.
Jesús dijo: "Por tanto os digo, que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá". (Marcos 11:24)
Cuando venimos ante la Presencia de Dios y le pedimos por nuestras necesidades, debemos creer que las hemos recibido en el momento en que oramos, no después que las hayamos recibido.
Hay muchos cristianos que esperan ver manifestaciones físicas como respuesta a sus oraciones antes de que puedan creer y, como resultado, no reciben lo que han pedido a causa de su incredulidad.
EL SABER que ÉL está sentado a la diestra de Dios Padre como nuestro Sumo Sacerdote Intercesor, debe ser la base de nuestra oración e intercesión.
Cristo nos ha asegurado la entrada al Lugar Santísimo, a la Presencia de Dios y puesto que Él es misericordioso y siente nuestro dolor y sufrimiento, no debemos venir ante Dios con timidez o miedo sino con la firme y completa seguridad de fe que en el Nombre de Jesús, Dios oirá y responderá a nuestras oraciones.
CLAMEMOS POR NUESTRA CIUDAD Y NACIÓN
Amados, es tiempo que clamemos. El tiempo es corto, Jesús viene y no tenemos tiempo de levantar oraciones débiles, ineficaces, carentes de fe y en desacuerdo con la Palabra de Dios. Ya no debemos orar como rutina en donde seguimos tradiciones humanas y "fórmulas de oración".
Si la Iglesia de Jesucristo está cumpliendo el trabajo a que Dios le ha llamado en este tiempo final, debemos empezar a concentrar nuestras oraciones y a levantarnos en el poder y autoridad del Espíritu Santo para tomar completamente las victorias que Dios nos ha dado en cada área de nuestra vida.
Este es el tiempo que debemos movemos en una nueva dimensión de oración, en donde oremos con oraciones de poder, poniéndonos de acuerdo con Dios y tomando las victorias que son nuestras a través de Jesús. Sabiendo todo lo que Él nos ha dado, debemos entrar en Su Presencia para pedir por nuestras necesidades personales, por nuestros familiares inconversos, por los perdidos de nuestras ciudades, por las necesidades de nuestras naciones y por el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer.
Dios nos llevará a una nueva dimensión en nuestra oración en donde nuestras palabras, habladas con autoridad, respaldadas por las promesas de Dios, nos permitirán enfrentar toda fortaleza del enemigo.
Debe venir valientemente ante el trono de Dios a través de la oración y la intercesión y pedir, no sólo que El toque, sino QUE SANE COMPLETAMENTE su cuerpo.
Ore sin dudar por su familia y aquellos que no son salvos. Pida y crea que Dios los liberará de toda atadura del enemigo y salvará a todos los miembros de su familia.
Mire alrededor de usted en su comunidad y ciudad y empiece a orar sin dudar por los perdidos, por aquellos que están atados al alcohol y las drogas, por las prostitutas, por los miembros de pandillas.
A través de la oración y el ayuno vaya delante de Dios y crea que Él romperá las ataduras de la gente librándolos de las drogas y el alcohol.
Venga delante de Dios y clame "¡Señor, dame esta ciudad para Tu reino!" "¡Señor, dame esta nación, salva, sana y libérala con Tu poder!"


Pida valientemente a Dios por un movimiento poderoso de Su Espíritu en su hogar, en su iglesia, en su ciudad y nación. Mire a Dios y comience a llorar, clamar, a gemir como Jesús lo hizo. Entréguese en sacrificio en tiempos de oración y ayuno. Clame a Dios por los que le rodean.
Esta es la manera en que Dios lo está preparando para el Día de la venida del Señor. Oiga lo que el Espíritu del Señor le está diciendo y responda. No dude. Una de las estrategias de Satanás es hacer todo lo que sea posible para detenerlo en su oración. Él tratará de mantenerlo tan ocupado en otras cosas que no le quedará tiempo para orar.
Resista toda tentación del enemigo que trate de alejarlo o distraerlo de este llamado del Espíritu a interceder. Cuando nos unamos para establecer este Manto Global de Oración, crea que impactaremos naciones enteras y multitudes serán ganadas para el reino de Dios.

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